EL TACITURNO |
Me alquilan para fiestas y reuniones por mi silencio tantas veces comentado que ellos requieren como entretenimiento: un refinado postre para su paladar selecto.
Me pagan honorarios excelentes, me agasajan, honran y degustan por cada hora que me paso callando. A veces tolero que una hermosa dama me acaricie con su guante glaseado, recorriendo inclemente mentón y mejilla. Mi cuerpo inmóvil, cadáver sin voluntad.
Las bocas de ellos son braguetas abiertas. Soy su presa de pollo, su ciruela pasa, su albóndiga, el gusano en sus quesos: el relleno para sus almas aburridas. Soy su siervo domado favorito, dotado con una noble tara.
Y cuando se hace tarde debo retirarme, cansado ya de tanta carcajada. Me meto en la bañera y los enjuago.
Porque a nadie quiero yo en mi cama y silencio el hecho de que existo, por temor incluso al soliloquio, como si aun en sueños tuviera mal aliento.
Luuk Gruwez (título original: De zwijger; extraído de: Bandeloze gedichten [Poemas desenfrenados], p. 113) © Traducción española: Diego J. Puls 2004 (con ocasión del XIV Festival Internacional de Poesía de Medellín, 2004) |