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DESEOS Y SENTIDOS

 

 

«Junto al mar se desean las cosas más hermosas,

junto al mar se desean las cosas más graciosas.

 

Pues junto al mar el deseo no se puede comparar

con nada y está completamente desnudo.

 

¡Ja, ja, ja! ¡Junto al mar el mar es

exactamente lo mismo que el deseo!

 

Tal vez vea un barco,

tal vez sea un barco sin nada,

 

tal vez un barco sin ruido,

tal vez... Quisiera ver ese barco

 

porque un barco se puede comparar con el deseo,

mira, el mar se aproxima, se aproxima,

 

si bien el agua permanece donde está.

Los barcos siempre van cambiando de agua.

 

En pos de romanticismo, sin duda,

en pos del comienzo de comprender,

 

en pos de... También veo en la lejanía

algo parecido a un pájaro, allí,

 

por lo demás el mar apenas se deja ver,

tal vez el barco se acerque un poco más.

 

Del mar se aprenden las cosas más hermosas,

del mar se aprenden las cosas más graciosas,

 

quiero quedarme aquí hasta que caiga la noche.

Ahí viene otra ola, y otra, ¡escucha!

 

¡Es como si oyera voces de hombres en el barco!

Seguro que discuten sobre el derrotero,

 

o sobre quién la tiene más grande, ¡ja, ja!

O sobre los sonidos en las nubes.

 

No se oye nada salvo fantasías,

frases maravillosas sin precisión,

 

quiero que el mar se acerque.

Tango frío y tengo calor.

 

Pensar en el mar, en la profundidad lejana

y en gente que ama la profundidad.

 

Los pensamientos se comprimen,

el amor flota cual organismo valeroso

 

en lo inconmensurable. Creo

que a los pájaros les interesa poco

 

el barco que está allá a lo lejos,

tengo ganas de subirme a bordo,

 

a esperar la llegada de los pájaros.

Me regodeo con la inquietud de mis sentidos

 

aunque compruebo que la percibo poco,

tal vez me adormezca el aire salino.

 

No, acuciadas por el viento las palabras

se deslizan por tu piel, espejándose en el mar,

 

a ver, dame la mano. El mar nos canta

una canción que solamente vemos,

 

peces relucientes, deseos relucientes,

deseos relucientes hacen canciones relucientes,

 

los peces relucientes traen frescor,

¡mira ese pájaro colgando una guirnalda en el cielo!

 

Quiero esperar aquí hasta que el mar se evapore.

Quiero hombres que huelan a gloria,

 

quiero que vengan y me acaricien

mientras el barco se hace más grande y transparente.

 

Pero aquel pájaro... Tan original, tan duro,

mis deseos se pierden buscando una salida.

 

Cierro los ojos, mientras tanto soñar, soñar

con todos los cuerpos celestes jugando a las escondidas,

 

¿verdad que saben que las palabras son objetos,

que la boca debe considerarse un sentido de plata

 

y que aquel barco navega en una realidad distinta

de la nuestra? Estoy de pie, miro y huelo destellos.

 

Junto al mar el mar me desea, todas mis novias

tienen ojos que revelan las olas en sus entrañas,

 

me pregunto qué sonidos componen el sonido,

cuánto alcanzo a oír. Aquí junto al mar cada pregunta

 

es tal vez la más frecuente. Me pregunto

cuánto he de mirar para ver un insecto,

 

si algún día mis ojos olvidarán el barco.

junto al mar uno siente la riqueza y la pobreza, es cierto,

 

cual objetos. Deseo objetos fervorosamente,

deseo intensamente hacerlos míos,

 

poseerlos y soltarlos. ¡Escucha las órdenes

en el barco, el ruido de las cadenas, su caída

 

en la profundidad! Se oyen cantos de aburrimiento,

cantos a una carga gloriosa que se está pudriendo,

 

¡ay, ay, ay!, que no estarán limpios los escotillones

y que las banderas no estarán visibles para los investigadores

 

que con sus aletas de buzo y tanques de oxígeno

se trasladan velozmente a islas solitarias, claro.

 

Quiero que el mar siga existiendo. No hay

nada que temer. Amar el mar, amar el agua,

 

el mar y el agua, el mar, el agua,

así quiero amar el mar, así, sin sentidos,

 

quiero que me canten, quiero amar el mar,

primero quiero amar el mar. ¡Ja, ja, jaaaa!,

 

¡ja, jaaaa, jaa! ¡Oídos sordos y la vista gorda!

¡Deseos son los hombres y ratones!

 

Quiero ver la conquista, el poder inminente,

la noche inminente, la noche con todos sus tentáculos,

 

quiero ver peces destellantes en la oscuridad,

negros como las extremidades tanteantes del deseo,

 

quiero que el mar sea eterno, comienzo eterno,

quiero que el barco se aproxime, en silencio,

 

callado. Ausente como el cielo y las luces.

¿Junto al mar uno inclina respetuosamente la cabeza?

 

¿Respetar a todo el endemoniado mundo?

¡Ni por pienso! ¡Quiero estar junto al mar!

 

El barco de la inevitable despedida se achica,

se achica, respondiendo a una señal,

 

¡qué inconmensurabilidad! ¡qué monotonía!,

quiero otro nombre para lo que estoy viviendo,

 

un nombre como un barco, a muchas millas de la costa,

un nombre que sea en tres realidades.

 

El comienzo de comprender ni lo quiero,

quisiera estar con aquella noviecita,

 

muchacha que me ama haciendo aspaviento,

tiene debilidad por las conchas y las estrellas,

 

ven aquí, amor mío. No acabo de entender

qué se propone ese barco, quizá escándalo

 

por unos polizones, la ejecución de tareas

o por una mujer. En efecto, de acá para allá,

 

el barco navega de acá para allá, en busca de algo,

como si el viento les susurrara algo a los hombres,

 

como si... ¡Ya está!, ya voy comprendiendo lo que veo,

veo la falta de pájaros festivos

 

y la invasión de los colores gris y azul.

Sí, junto al mar los objetos tienen nombres bonitos,

 

incitan a la renovación continua

de los nombres, a la restauración de los deseos, ajá...

 

El barco me recuerda a un animal hambriento

y eso que yo no creo en lo sobrenatural,

 

me recuerda a una parte de tu cuerpo

y eso que yo no creo en lo natural.

 

Los pájaros suelen festejar sus fiestas

fuera del alcance de nuestros desmesurados sentidos,

 

detrás de las olas, debajo del agua,

junto a trozos borrosos de cielo, en nuestros abrigos.

 

Quiero que el barco pierda las anclas,

que nuestro idioma se impregne de inexactitud

 

Y quiero saber por qué aquel pájaro está solo.

Bonita canción, a ver si acabas con el soñar fortuito,

 

¡dinos que aquel pájaro no está solo!

Veo el mar, un pájaro, un barco, el cielo

 

que se dispone a hacer previsiones,

un pez-sueño, un pez-pliegue, un pez-amenaza, un pez-espuma

 

¡y peces que cantan y peces que bailan!

El barco viene en nuestra dirección, el barco se acerca,

 

el barco se aproxima tambaleante a nuestro mundo,

quiero que la oscuridad nos procure balizas,

 

¡no sea que el barco interrumpa la paz de los espíritus!

Fuertes dolores en los hombros, en los brazos,

 

quiero al hombre que me ama en las escaleras.

Quiero al hombre que visita las profundidades del mar,

 

quiero al hombre que clava sus uñas en mi vientre...

La combinación de agua y aire es de un silencio aterrador,

 

el olor de la muerte penetra el instante,

el barco se da a la fuga, oye el clamor general,

 

y yo no siento ninguna necesidad de levantar el mar,

atraerlo hacia mí, verterlo encima de mí.

 

Azul y gris, con frialdad y emoción quiero cantar,

amarillo y verde, con frialdad y emoción yo canto.

 

Palpar la visión, ver el olfato, oler el tacto

y olvidar la superposición de los conjuntos,

 

quiero que el pájaro se nos dé a conocer,

quiero que el pájaro esté en compañía,

 

de objetos, de lengua, de pájaros indefinidos.

Al otro lado del mar yace el mismo mundo.

 

¡Huy, si ya no se ve el barco! ¡Y el pájaro sube!

Los hombres en el barco se caen de sueño

 

y de tanto trabajar, sin descansar un segundo,

una palabrota más obscena que otra.

 

¡Huele el esfuerzo de las máquinas!,

los hombres ya no sienten el deseo,

 

¡aaah!, un hombre que sienta su deseo y lo comprenda,

un hombre que escupa sin pensar hacia lo lejos,

 

que me agarre las piernas, las domine y las suelte,

un hombre... También junto al mar aparecen palabras

 

no cual náufragos, remanentes del día,

sino cual señales de una vida oscura.

 

Ahí está otra vez el barco, ahí, esa vibración...

¡respondiendo a cantares de la profundidad!

 

¡Como si yo siempre le enseñara al mar a cantar!

Ni pensarlo, no hay ni que pensarlo.

 

¡Ja, ja, ja! ¡Sí, sí, sí! Quiero cantar como el mar,

con mis manos domar aguas abúlicas,

 

producir voces con mis pechos...

Veo al barco cada vez más como barco,

 

al pájaro como un pájaro sin plumas,

acércate, pájaro, y me callaré,

 

Enséñame cómo adornas el cielo

y dime cómo te nombra el mar.

 

Siento el agua tirando del agua,

la niebla salina mordisqueándome el cuello,

 

quiero entregarme a la oscuridad...

¡Ésas son palabras que de mí abrazan!

 

Me llegan sólo ecos de inmensa riqueza,

de objetos costosos, elegantes y finos,

 

Objetos deseando destellar de incomprensión,

oigo refunfuñar en el barco y en mi corazón.

 

Los nombres del mar son infinitos junto al mar,

los nombres del mar junto al mar son infinitos,

 

¡quiero esperar a que el mar decline sus nombres!

Y luego oler, mirar, luego aceptar la noche...

 

Una oreja prolongación de mis dedos,

la otra buscando tu boca.

 

El pájaro padece más que el barco

pero los destellos son demasiados para los hombres,

 

quiero estar junto al mar y criar sentidos.

Estar junto al mar y saber todas las palabras, eso quiero.

 

Estar junto al mar y no darme por vencido, eso quiero.

Quiero estar junto al mar y cantar con mi cuerpo.»

 

 

 

Arjen Duinker (título original: Verlangens en zintuigen; extraído de Misschien vier vergelijkingen [Tal vez cuatro ecuaciones], Meulenhoff, Ámsterdam, 2002)

© Traducción española (para Hispanoamérica): Diego J. Puls 2002