LAS MANOS EN LA NIÑA |
Cuando era pequeña su madre entró en el más allá como un bumerán
aunque en este crudo invierno de heladas inclementes reaparece noche tras noche
Erguida en la cama clava la mirada en las sombras de la pared y aplaude
luego baja las escaleras hacia la cocina y se come todo lo que hay en la nevera
Es una presencia que ella no puede agarrar, no puede abrazar un entumecimiento que se congela lentamente a lo largo de su columna vertebral.
En la pausa del mediodía se sienta en un rincón, mareada, apartada de los demás y observa al hombre que aterido en medio de la nieve fangosa vende castañas asadas en la plaza
Educada en el espíritu del Antiguo Testamento tiene la firme convicción de estar pagando los días en bikini del verano
Al llegar a casa se atrinchera teléfono en mano frente al televisor y llama a todas sus amigas Hacia la medianoche se arma de vino blanco y revistas de moda
Más tarde en la cocina la visita la sensación de que no son sus manos sino las de su madre las que a través de su cuerpo saquean la nevera
Exhausta por los vómitos se duerme estrechamente abrazada a su almohada murmurando en voz baja «nereida»
K. Michel (título original: De handen in het meisje; extraído de Boem de nacht [Bum la noche], 1994) © Traducción española: Diego J. Puls 2000 (con ocasión del X Festival Internacional de Poesía de Medellín, 2000) |