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UN DÍA ENGAÑOSO

 

 

Aquel día empezó con tanto

azul que salió el sol. Del cielo

cayó una cetonia dorada y en la playa

encontramos un perro que era de madera

de los de raza sarnosa que apartas de un puntapié

blanquinegro tozudo se había echado a dormir. Nosotros

 

aquella mañana nadamos hacia mayor profundidad y

aquella tarde escalamos una montaña. Había en la luz

un blanco que cuajó en fotos y extrajo

todo el color de las sombras. Al caer la tarde

 

de regreso junto al murmullo del agua y

hombres hojeando en sus vidas

bajo plátanos de azabache, nos tocó vivir

que el cielo mudara de color y las montañas a lo lejos

escondieran sus pequeñas taras detrás de algo

que olía a cavilación. El viento

 

se disipó en el aire, las golondrinas empezaron

a papar moscas, juntaron volando

las trizas del día y mujeres de

tacones domingueros abrazaron

 

sus bolsos. Aquella tarde no había

vespertinos así que por un rato

nadie tuvo guerras que leer, del cielo

cayó una cetonia dorada y pasó

alguien encorvado por la gota

de la vida, que saludó: sea paz.

 

 

 

Hester Knibbe (título original: Een bedrieglijke dag)

© Traducción española: Diego J. Puls 2006

(con ocasión de una velada poético-musical celebrada en la Fundación Carlos de Amberes, Madrid, 2006)