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EL ÚLTIMO MODERNISTA

 

 

Anhelaba escalar volcanes a la luz de la luna

            pero bebía junto al fuego una copa de vino.

 

Se imaginaba cazando en las penumbras del norte

            pero lo envolvía una nevada de gaviotas en tierra recién arada.

 

Le faltaba crear una obra maestra

            pero se dormía escuchando música de Algunavez y Antecedente.

 

Soñaba un cuchillo en el cuello de un zorro polar

            pero punzaba papel reciclado con un bolígrafo.

 

Desafiaba al tiempo y al mundo, despreciaba al dios del padre

            pero veía que también su propio nombre iba desapareciendo.

 

Esparcía por doquier explosiones de colores, imágenes audaces,

            pero oía ecos blasfemos plagados de sorna.

 

Se sabía camino del cielo

            pero se topaba con estrellas pegadas en el techo.

 

Pensaba en el físico de una amante consumada

            pero yacía junto a un cuerpo que no tenía ganas.

 

Se inventó una glaciación, mortandad masiva, imágenes de vacío

y frío cortante al borde de casi nada,

 

pero sin límites, en algo así como un espacio

            que todos evitan escalofriados.

 

Encontró lo que buscaba: el más mínimo detalle y el gran gesto,

una frase fundida, una imagen congelada –

 

cada palabra sonaba perfecta en la boca

            pero aterida una mano buscaba la mano de una mujer.

 

¡Oh, que todo terminara pronto!

 

Ser el último modernista

            que empeña su alma a un gélido demonio.

 

 

 

HC ten Berge (título original: De laatste modernist)

© Traducción española: Diego J. Puls 2006