CANTUS FIRMUS (5) |
¡Oh, Coleridge, amigo del alma, compañero de infortunio! Esta casa invernal, rodeada de abetos y de plátanos, evoca en mí «Helada de medianoche»: La helada reina en secreto, no asistida por ningún viento. La lechuza suelta un fuerte chillido y –¡escucha!– otro más, igual de fuerte.
Lo sabías todo, no sabías nada.
No sabías adónde ir a buscarla, ni que Asra te abandonaba o que te traicionaban compañeros muy queridos. Eras «el pobre Coleridge», apenas te erguías de las tinieblas de la muerte. Te emborrachabas a diario de palabras, imágenes, proyectos. Brillabas y caías, volvías a brillar, encantador & obsesivo. Te moriste de amor insatisfecho; tragaste, empinaste y esnifaste para completar, por fin y rápido, y antes de no vivir más lo que aún estaba inacabado –
para extinguir el vano anhelo y el deseo insaciable.
Otra vez es medianoche. La luna pende blanca y llena en los plátanos deshojados. La helada instaura su régimen secreto. La lechuza suelta un chillido – «tu-í, tu-ú»...
El ratón de campo busca un refugio junto a mi pie. Faltan horas para que canten los gallos.
HC ten Berge © Traducción española: Diego J. Puls 2006 |