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CANTUS FIRMUS (18)

 

 

Estar una vez más recostados junto al fuego,

hora tras hora y día tras día

 

para después de un periquete centenario

plantarnos otra vez frente a la casa

 

como la construyeron en algún momento.

 

Fue un día templado, el atardecer

trajo una neblina transparente.

 

Por última y por primera vez se esperan

viejos amigos en ese siglo.

 

Los cuartos están arreglados, hay

lumbre en la cocina, las alfombras

 

nos calientan los pies.

 

Han fregado, restregado, empapelado;

hay un tapiz en la pared y una alacena.

 

Una selección de vinos y manjares

aguarda en caballetes de madera.

 

La hora está casi completa. Voces con sordina.

Alguien empuja los postigos en pos de la luz lunar.

 

Todos se apiñan frente a la ventana,

un velo de luz azul desciende sobre los rostros.

 

Cien veces se detuvieron allí los amigos de la casa.

 

Alguien hace tintinear las copas

y derrama vino.

 

Es el convidado de piedra que espontáneamente

se pone a cantar a sus espaldas.

 

Su canto trata de

dinero y el ciberespacio y asuntos

 

virtuales. Es el maestro del embuste, mafioso

agente inmobiliario trajeado a la medida: capaz de comprar,

 

hacer y romperlo todo. Con la maza de su poder

quiere bajar la luna y las estrellas

 

y el andamiaje del espíritu.

 

Engatusa a la gente por espacio de una noche.

La casa de los plátanos la derribará mañana.

 

Lo que era etéreo e inútil como

el amor ya no viene a cuento.

 

Todo lo que aquí se cobijaba se arrasará.

 

 

 

HC ten Berge

© Traducción española: Diego J. Puls 2006