LA CALLE BANKA |
(a los vecinos de los números 60 y 62)
De las cosas que sé muchas tienen su origen en aquel extraño tramo de calle.
Allí donde ahora se erige una escuela había otrora, en la profundidad, un campo de fútbol donde alguna vez vi a un general a caballo hablándoles a unos soldados . Las envolturas de fieltro alrededor de sus piernas me causaban una angustia aún mayor que los gritos roncos y sin embargo débiles que provenían de aquel gaznate de oficial.
Al otro lado, también en medio del verde, se encontraba el quiosco de bebidas de la escuela técnica. Allí, por aquellos días en que las bicicletas llevaban placas agujereadas para los desempleados que aún montaban en bici y en que el primer ministro Colijn vestía camisas de cuello alto con alitas puntiagudas en los extremos, la defensa antiaérea hacía demostraciones de cómo el gas de la I Guerra Mundial todavía podía expulsarse poniéndose rápidamente una mascarilla.
Pero tres años antes, en ese mismo lugar, ayudé una vez a Marietje de la calle Ceram(straat) - aunque no era propio de varones – con mucho cuidado a saltar a la comba. Le sostuve delicadamente la mano, fresca como el helado en verano, tan sólo un momento y sin embargo tan permanente(mente).
Y casi recuerdo la baldosa exacta de la acera cerca de la esquina de la avenida Oranje(laan), en la que de repente me di cuenta de por qué la Tierra podía ser redonda y la gente del hemisferio austral igual no se caía para abajo, y junto con ella toda aquella agua. Y era que veían el firmamento justo encima de ellos, igual que lo veía yo, aquel día y todos los días después.
Jan Eijkelboom (título original: Bankastraat) © Traducción española: Diego J. Puls 2002 (versión literal con ocasión de un taller de traducción de poesía organizado por Poetry International, Rotterdam, 2002) |