CRUCE DE CABLES |
A esa cabeza le va a pasar algo. Para mí que el rostro está demasiado aplastado contra el cráneo grasiento. Seguro que algo va a pasar.
Ay, si algún día esta cajita caviladora se parte como una masa bastante comestible aparecrá este cerebro mío y salpicará el suelo con mis pensamientos pero la muerte me sellará la boca, y más segura que muerta expirará mi testa farisea.
Que la muerte me venza me es ameno. Es a mi sentido común a quien más temo.
Y temo a ese ejército de neuronas fabricando quimeras allí dentro.
Esa red de telarañas tan horrible en realidad se me hace insufrible.
¿Qué pasaría en caso de que, supongamos, dos pequeños cablecillos se soltaran e hicieran contacto entre ellos invisibles, ocultos por mi pelo, mientras que por fuera yo estuviera comprando por ejemplo carne o verduras en una tienda...
No crepitan llamas ni chispazos. Alguien pregunta: ¿estará borracho?
De pronto estoy sentado en la puerta de casa con mis quinientos litros de sopa de lata.
Y si me dice mi dulce esposa: cariño, ¿qué harás ahora? yo le diré: preparar la comida ¡huy, se me olvida la sopa!
Si me ocurriera al escribir poesía, ¿quién al público informaglurp podría de que esto no es cuestión de ingenio sino más bien de un torniglurp suelto?
O de un crurp de cables que interrumpe el libre flurp de mis pensamientos.
Los cortocircurp provocan brurp— ¡Brarp! ¡Jurp! ¡Jurp!
Leo Vroman (título original: Een klein draadje; extraído de: De ontvachting en andere gedichten [La desolladura y otros poemas], 1960) © Traducción española: Diego J. Puls (en colaboración con Carmen Bartolomé Corrochano), publicada en «Poesía contemporánea en lengua neerlandesa», Stichting Ons Erfdeel, Rekkem (Bélgica), 1993. |