Menu Content/Inhalt
AMAPOLA

 

 

¿Qué me enseña este momento íntimo?

¿Qué me enseña esta partida insegura?

¿Qué me enseña el observar una puerta, una ventana,

un codo?

 

Pago la cuenta. Un último apretón de manos.

Salgo a la calle, la atravieso,

bordeo dos autobuses vacíos,

me zambullo en el agua,

exploro una diagonal.

 

Me trepo al bordillo

y veo una amapola

bañándose al sol del crepúsculo.

 

Satisfecho me dirijo

hacia el centro comercial,

hacia los complejos en construcción.

De tanto en tanto lanzo

una mirada radiante a alguno.

 

Traqueteo de tornos,

instantes de Tequila,

The Champs allá en 1958.

Me adelanta un coche,

una manaza me saluda,

una garra inmensa y ruda.

 

El coche va más deprisa

de lo que yo haya corrido jamás.

No lo dudo ni un segundo:

¡Fuera el abrigo prosaico!

¡Así puedo ir tras él!

 

Así puedo flotar,

así puedo ignorar,

así puedo producir,

producir un par de contradicciones,

ignorar unas cuantas teorías,

pasar planeando junto a la amapola

y exclamar: "¡Qué bonita eres!"

 

Porque la amapola es bonita.

La amapola es más que bonita,

¡hay que ver lo bonita que es!

 

Aminoro la marcha en seguida,

dejo que se me suelte la mano,

y al pasar a mi lado un hombre

y una mujer en sus bicis, oigo:

"Por mí has de querer dar la vida;

si no, no vale la pena."

 

Entonces, ¿qué me enseña este momento íntimo?

¿Qué me enseña este desaparecer inseguro?

¿Qué mi apetito, qué mi sueño,

qué la poesía?

 

Leo alguna vez a un poeta muerto

y a veces también a alguno vivo.

No voy en busca de utopías,

no encuentro más que una voz nuda.

 

Luego está mi amor por la carne equina,

luego está mi amor por la aritmética.

Luego está el bostezo como una sirena,

luego está el cristal mundial.

 

Me expreso en kilogramos y sonrío,

me expreso en oraciones y calzado.

La naturaleza me patea la rodilla,

la sociedad me da un tirón de orejas,

mas cuando pregunto "¿quién anda ahí?"

no obtengo respuesta.

 

He leído apasionados alegatos,

suplicatorios y panfletos,

pero no tengo respuesta

ni tendré respuesta nunca.

Junto a la entrada del museo de la técnica

se estremece mi abrigo.

Voy a recogerlo.

 

Cojo el camino más rápido,

con habitual melancolía.

Esquivo un taxi astuto.

La tos me abre los pulmones.

Escupo porque es menester,

sin ilusión de conceptos.

Atravieso la calle,

y sin exigir que también él

se convierta en algo tan bonito,

tan incomparablemente bonito

como la amapola del bordillo,

recojo de aquella acera

mi frío abrigo.

 

El botón suelto

es conmovedor e íntimo.

Infunde reparación

gracias al momento.

 

 

 

Arjen Duinker (título original: Klaproos)

© Traducción española: Diego J. Puls