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UNA PIEL

 

 

Se adentró más a fondo en su pasado

de fiestas famosas, de camas ajenas

y de conversaciones enamoradas al teléfono –más a fondo–

todos aquellos años esfumados en la nada

todos aquellos excesos maquillados –y más a fondo, más

de lo que nunca nadie había hecho, contempló

el angosto conducto de su vida.

 

Mas no vio nada. Sólo la luz exigua

de un cuarto trastero donde nada había que festejar

más que dos cuerpos transmitiendo un apellido,

sólo dos manos esquivas que aburridas

raspaban de un horno los últimos restos.

 

Y, entremedias, fiestas, voces, miedos, humo.

Y también, como un hilo de voz, el grito de un delfín.

Ásteres. La lona de una tienda. Una piel. La dicha.

 

 

 

Menno Wigman (título original: Een huid; extraído de: Tien gedichten [Diez poemas])

© Traducción: Diego Puls, con la colaboración de Carmen Bartolomé Corrochano