ORÁCULO |
En ocasiones previa inhalación del humo de hierbas medicina- les a través de unos tubos hue- cos y encontrándose los plane- tas en una posición favorable atisbamos a través de la venta- na totalmente empañada por lo general del alma detrás de aquella curva en herradura lo acontecido de forma paralela a ella en un mundo en el que las prendas de confección hechas a medida que eran todavía una quimera y la Palabra en los últimos confines a capa y espa- da y valerosos caballeros to- mados por el culo por enormes muchedumbres en emboscadas en la espesura a la vera de ca- minos trillados al son de estre- mecedores y convertidos en paté muy nutritivo siguiendo una receta celosamente guar- dada mientras que también las vidas en general lejos de poder ser catalogadas de ideales y ricos y pobres por igual asola- dos por la peste y el cólera y el Fantasma de la Guerra por do- quier iniciado el Juicio Final y la humanidad envuelta en una gran penumbra y con terribles úlceras sigue su camino por callejones y pasajes de ciuda- des reducidas a escombros po- co a poco donde el terror im- placable el régimen terrorífico de la vida cotidiana a la sombra del cadalso sin que quede títere con cabeza en nombre de la Justicia habiendo buscado re- fugio hace tiempo en realidad en lugares más seguros como el barrio de los compositores donde en 1950 todavía se se- guía impunemente y la historia se desarrolla a pocos metros por encima del nivel del suelo cual película filmada a cámara lenta en un vacío angustiante de ca- lles y plazas ante hombres des- esperados en blancas camisas asomados a ventanas de mirado- res de salas de estar bombarde- ros redentores haciendo especial hincapié en el sofocante descan -so dominical maliciosos mur -mullos de vecinos el zumbido de las tuberías y la religiosa inspiración de sus mujeres su- midas lentamente en la locura que hacia la medianoche se arrojan de forma insospechada a las vías de un tren que cir- cula a gran velocidad o que en encrucijadas apartadas obligan a secuaces del Mal a confesarse o comulgar figuras borrosas vis- tiendo largas casacas de cuero en los aciagos soportales dudo- sos pasados bélicos; mas si nos preguntan qué diablos sig- nifica todo esto respondemos: ¡y nosotros qué sabemos! Bas- tante tenemos ya con ser el orá- culo y adónde iremos a parar si encima nos piden explicaciones
Jules Deelder (título original: Orakel) © Traducción española: Diego J. Puls, para el XX Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia), 2010 |