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EL HUMOR DE LOS ROMANOS

 

 

Sabido es que los ro-

manos sobre todo los

pertenecientes a las

clases acomodadas te-

nían un sentido del

humor muy particular

como bien lo demues-

tra uno de sus empera-

dores que para coronar

una fiesta soltó a va-

rios tigres y leones

que se abalanzaron

sobre los invitados y

aunque a las fieras

las habían despojado

previamente de sus

uñas y dientes cun-

dió el pánico y esa

misma noche aquéllos

recibieron en sus ca-

sas sendas lápidas

con epitafio y todo

con mención incluso

de las fechas de de-

función – lo que tal

vez no fue muy deli-

cado de su parte pero

sí muy eficaz porque

a partir de entonces

la mayoría ya no apa-

reció por los salones

de palacio y razón no

les faltó porque no

cabe duda de que lo

habrían pagado con

sus vidas y no del

modo más sencillo y

rápido sino más bien

de una manera que co-

rrespondiera al par-

ticular humor del

emperador con lo que

nada de ahorcarlos o

de cortarles simple-

mente la cabeza o

envenenarlos o que-

marlos no mejor cla-

varlos en una cruz

bien basta de madera

boca abajo con las

propias entrañas de-

lante en una palan-

gana disfrutando la

vista panorámica de

Roma a la que a dis-

creción podían prender

fuego para mejorar el

efecto general aunque

sin la opción de pre-

sentar recursos de

apelación o de pro-

testa en el marco de

los derechos humanos

porque eso a los em-

peradores y déspotas

romanos por más civi-

lizados que fueran

les traía absoluta-

mente sin cuidado

lo que no implicaba

que estuviera prohi-

bido reír al contra-

rio estaba más bien

prescrito y quien por

un casual no le vie-

ra la gracia corría

un serio riesgo de

ser echado o echada

a su vez a los leones

o ser usado o usada

de iluminación am-

biental junto con un

puñado de primeros

cristianos en alguna

de las repetidas

fiestas palaciegas

al aire libre pues

no puede negarse que

los romanos sobre to-

do los pertenecientes

a las clases acomoda-

das tenían cierto

sentido del humor y

de ahí que en la an-

tigüedad se rieran un

montón – incluso a

veces las risas se

oían desde lejos por

encima de los desga-

rradores llantos y

gemidos de los tor-

turados y sacrifica-

dos y quién no cono-

ce esa sensación de

pena por haber nacido

demasiado tarde

 

 

 

Jules Deelder (título original: De humor der Romeinen)

© Traducción española: Diego J. Puls, para el XX Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia), 2010