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LA CIUDAD, EL DIAMANTE

 

(Dos amigos que cuentan algo de memoria)

 

 

Había una vez un amigo que me contó que en Bruselas le había ocurrido algo extraño. Me dijo que durante los meses de verano, a la hora del mediodía, Bruselas estaba absolutamente desierta, con el sol en posición cenital, como si fuera una lámpara incubadora.

Justo alrededor de esos mediodías mi amigo salía a callejear. Muy de vez en cuando veía que algo se movía: una pálida manchita nada más, que desaparecía rápidamente. Las fachadas, las aceras, los frentes, todo se volvía de un blanco cegador debido al calor. Casi no quedaban colores y los sonidos estaban amortiguados. No se oían ni las propias pisadas.

«Algo raro le pasaba a esa ciudad, con aquellos mediodías cegadores», me dijo con timidez. «Pero en realidad no sé qué era exactamente. Uno sentía algo raro al caminar por ahí.»

También resultaba difícil decir cuánto duraban esos silencios de calor blanco. Era algo así como un buen barrido. Un enérgico barrido solar.

 

Wojek es un amigo oriundo de Polonia. Dice que hay que intentar brillar en la medida de lo posible como un diamante; aunque no siempre se consigue – él tampoco. A veces es posible sentir el brillo de una parte (una faceta) de uno mismo. En esos momentos, el resto está escondido.

–¡Tienes que pulir las otras caras, limpiarlas!

–Sí, pero ¿cómo?

–Intenta meditar, ¡y tira toda esa porquería a la basura!

 

 

 

Voebe de Gruyter (para un proyecto artístico pensado para Cuba)

© Traducción: Diego J. Puls 2009