ARENQUE SIN HUESOS |
Había una vez un amigo que me contó que estaba sentado a una mesita redonda en la terraza de un restaurante. En la mesita había un plato y en el plato había un arenque. El arenque estaba cortado por la mitad, a lo largo, y yacía abierto encima del plato. Alrededor de las dos mitades color rosáceo y plateado había unas rodajitas de pepino verde oscuro y una hojita de lechuga verde claro. El arenque partido se encontraba en el plato en una posición más o menos vertical. A la izquierda de este amigo estaba sentada una buena amiga suya que pocas horas después viajaría a París. A su derecha había otra amiga que necesitaba unas vacaciones y que esa misma noche partiría en el tren nocturno con destino a Suiza. Ambas eran muy buenas amigas suyas. Tal vez las más íntimas. Estuvieron allí sentados alrededor de tres cuartos de hora, hablando. Luego se fueron una después de otra y él se quedó solo con su arenque. Se preguntó por qué un arenque no tenía huesos.
Voebe de Gruyter (para un proyecto artístico pensado para Cuba) © Traducción: Diego J. Puls 2009 |