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INTERROGATORIO CRUZADO

 

La estrella roja está entre las cortinas

y rompe el sudor nocturno.

 

Una sombra avanza desde los armarios.

Otra permanece en la puerta.

 

De mis manos salen duros tubitos,

y siento que mi boca es un pico óseo.

 

Los jueces leen alternadamente

las preguntas de un pergamino:

 

«¿Qué edad tiene?»

«¿Cómo es su gracia?»

 

«¿De quién lleva el nombre?»

«¿Quisiera llamarse de otro modo?»

 

«¿Está usted casado?»

«¿Con quién y por qué?»

 

«¿Tiene un hijo?»

 

Sigo petrificado en la cama

sin poder repicar mi voz.

 

De mi pico sale un graznido,

tengo el fardo atascado.

 

El sonido estridente no cumple los requisitos

y el interrogatorio se posterga.

 

Así me salvo cada noche por los pelos

de los jueces de Aldebarán.

 

Al retirarse ellos de la sala,

la estrella vigila más amenazante que antes.

 

La sala ahora se sume en un fulgor inédito

como si alguien mezclara recelo y sangre de cuervo.

 

 

 

Annemarie Estor

© traducción española: Diego J. Puls 2013