LA DAMA DERRIBA EL BLUES |
En Chicago en el bar con blues con voz grave y mirada velada a pleno pulmón revienta su blusa una cantante atrayendo a los hombres a la pista de baile.
Los orondos pingüinos en su ritual sexual exhiben exuberantes su tambaleante vals en celo con indolente música y yahús reverenciando sus informes cuerpos
por qué la dejó a la que allí extiende sus notas con la boca capturando así el amor del bar de blues al son inacabado de saxófonos.
Las damas en las mesas entran en el ritmo y en el contrarritmo. Una voz escapa a una papada, canturreando el falso amor en un firme riff
por qué la dejó a la que entronizada en la tarima nos domina, ese tesoro sexy con afán de estío que ya no es más su concubina.
Y todo se mece y se mece se mecen el aire, los brazos, los pechos, los torsos se dilatan y comprimen, se reducen a un denso solo sobre por qué se marchó.
Taconean pies con mordacidad, se alternan manos para darse golpes, chascan con chispa lenguas tacones altos, se embalan bocas unas a otras.
Y todo se mece y se mece se mece el mundo en un soplo apoyado en carne, grasa y huesos el que su amor el cabrón haya partido le arranca un reclamo que resuena en los sesos.
Hagar Peeters (título original: De dame vloert de blues, extraído de Koffers zeelucht [Maletas de aire marino], De Bezige Bij, Ámsterdam 2003) © traducción española para Chile: Diego J. Puls 2015 (con motivo del Día de la Poesía, 21 de marzo de 2015, Cementerio Católico Santiago de Chile) |