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ANA MOLINA...

 

 

Ana Molina

porta sus pies hinchados

en el cortejo de todas las calles ciegas

hacia la Plaza de Mayo,

la plaza de los clamores vivos

en tantas ciudades del mundo,

donde el pavimento ya no es

más insurgente que las personas.

 

Los ojos condenados,

ella sigue una hilera de hormigas ebrias

rumbo al nido destruido.

 

Ana Molina

ya no tiene labios

para besar en el periódico o en la televisión

el entrecejo de la cabeza trunca,

ni manos para tapar con su sombra

el vientre atravesado,

ni dedos para bajar las negras pestañas

y cubrir el vidrio de los ojos.

 

Ana Molina

va, el cerebro vacío,

tras hijos desaparecidos,

se acerca, la lengua clavada,

a los soldados con expresión de acero,

imposible extirparles una sonrisa,

para reclamar al descendiente

y convocarlo a su futuro,

 

con el hueco de la bala de fragmentación en el pecho

penetra en el vacío

donde los brontosaurios de la dominación

se reafirman y se honran a sí mismos.

 

 

 

Albert Bontridder (extraído de: Roepen om de dag (Clamor por el día), 1983)

© Traducción española: Diego J. Puls 2005

(con ocasión de un recital de poesía belga celebrado en el Instituto Cervantes de Bruselas)