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JAN PALACH

 

 

Bajad del árbol de la cruz

al joven bimilenario

y sujetadle bien los brazos

por si quisiera intentar

de nuevo usarlos

como si fuesen alas.

 

Clavadle una nueva corona

de espinas en la cabeza

cuando pretenda volver

a la noche vieja.

 

Obligadle a levantar el puño

con todos los militantes.

 

Poned en sus manos

el fusil automático

que hace tiempo viene escupiendo

la bilis de hierro a la cara

de quienes no son iracundos

ni blandos de moral.

 

Testimoniad con él

– que imponía la afabilidad

con rima y consonancia –

por el rencor del niño

y por la bandera de la pobreza.

 

Romped

el espejo de la luz irreal.

 

Encended a sus pies

el fuego que destruyó nuestra casa

y tirad sus huesos

de la barca culpable de la vejez.

 

Mantened erguido

al azotado,

hasta que llegue a la última acera,

a la última puerta de la calle de los alquimistas,

al último altar

en el monte de la razón y el gobierno

donde yació dormido demasiado tiempo.

 

 

 

Albert Bontridder

© Traducción española: Diego J. Puls 2005

(con ocasión de un recital de poesía belga celebrado en el Instituto Cervantes de Bruselas)